12 de octubre de 2008 www.clavedigital.com | |||||||
Crónica de clases calurosas en lugares conflictivos y sin materiales didácticos | |||||||
SANTO DOMINGO/República Dominicana.- La profesora Amparo Hernández explica a los estudiantes de tercer grado la importancia de una dieta equilibrada. Utiliza sólo su voz, la tiza y la pizarra. Les habla de las frutas y los vegetales, mientras algunos estudiantes se abanican para vencer el calor que llena el cuartucho de paredes agrietadas que ellos llaman aula. Cuando comenta las ventajas del desayuno sano, una niña levanta las manos. La pequeña dice: “Profesora, yo me desayuno con espaguetis”.
Son las 4:00 de la tarde en la escuela Paz y Bien, de Capotillo, y al ruido de las aulas se ha sumado el jolgorio de las calles que envuelven los salones donde los estudiantes de primero, segundo y tercer grado aprenden a leer y a escribir. Aprenden, en ocasiones, sin libros de texto y siempre sin computadoras, incluso sin los menos posmodernos carteles de colores brillantes alusivos a las ciencias, las matemáticas o la literatura. Los del primer grado han estudiado con base en el viejo método de la repetición, con una maestra que colabora en la escuela de forma voluntaria y que apenas ha cursado el octavo grado, según ella misma confiesa, orgullosa de la vocación que ejerce con entusiasmo. Tal vez lo desconozca. Pero el presidente Leonel Fernández, que en los discursos ha hecho de la educación una prioridad de Estado, es un crítico del método que ella utiliza para enseñar. Según reseña la prensa en publicaciones del 27 de septiembre, el presidente dijo que el país debe pasar del sistema de memorización al del pensamiento crítico, durante la firma de un acuerdo con la Universidad de Harvard para formar profesores. En sus discursos, Fernández también se ha declarado amigo del uso de las nuevas tecnologías, tan ausentes en estas horas de clases.
La subdirectora Jackeline Hernández admite que se necesitan maestros y se muestra confiada en que el actual secretario de Educación, Melanio Paredes, sí cumplirá con la promesa de arreglar la infraestructura del centro. La jornada está por terminar. La profesora Amparo les recuerda a los estudiantes que tienen una tarea pendiente. Ana Luisa Payano, una niña inquieta, sonriente y regordeta, de nueve años, comenta: “No me gusta hacer tareas con este calor”. Otra pequeña justifica a su amiga y explica: “Es que ella se aburre (se pone de mal humor), suda mucho”. Pero falta un último sobresalto. Las calles aledañas al centro se llenan de policías. Los niños se acercan a una verja que separa una de las aulas de la calle para gritar: “Policía, pata podría”. La profesora y la subdirectora lucen inquietas. En el barrio se comenta que los agentes andan de cacería, supuestamente buscan a un delincuente. Son las 5:00 de la tarde de un viernes y es mejor cerrar las puertas y salir de la escuela. Los niños se han ido. Las maestras de la escuela Paz y Bien tienen, a pesar de todo, suerte. Cuando ellas finalizan, otros educadores se arriesgan a trabajar a oscuras. La jornada de la oscuridad. En la tanda nocturna que funciona en el liceo Juan Pablo Duarte, estudiantes y maestros deben enfrentar el peligro de los asaltantes que pululan en la avenida Duarte. Hay quienes se mantienen preocupados, incluso dentro del centro escolar. Un profesor de matemáticas comenta preocupado, antes de iniciar sus clases: “Tenga cuidado, que en el baño la pueden asaltar”. A muchos estudiantes les parece exagerada su preocupación. Sin embargo, durante el pasado año escolar un joven fue atracado a punta de pistola dentro del recinto, según confirma el profesor de educación artística Héctor Neftalí Pascual. El maestro pide a las autoridades de Educación que coloquen las luces en los pasillos y en la cancha. Tampoco hay bombillos en una de las entradas, ni en los baños. Los adultos de secundaria. En el aula, el maestro de matemáticas tiene que esperar media hora por los estudiantes. Las clases están pautadas para las 6:30, pero ya es costumbre que lleguen a las 7:00. La lección de este lunes para el primero de bachillerato es sobre introducción a la lógica. Habla durante cinco minutos y un joven levanta la mano. "Profesor, pero dé resta, multiplicación, suma...", le increpa. Él trata de explicar que la lógica es imprescindible para las matemáticas. Otro insulta al maestro: "Palomo en lata", dice -que en español significa tonto- y el profesor, que no aparenta más de 30 años, no ha escuchado o ha dejado pasar el comentario. Está consciente de que tiene que tratar con grupos diversos y difíciles, chicos con formación básica deficiente, trabajadores veinteañeros que llegan agotados a un aula con pocos recursos educativos y jóvenes rechazados de las tandas matutinas y vespertinas por sobreedad. Inocencio de la Rosa, con 22 años es uno de esos trabajadores. Reside en Alma Rosa, en Santo Domingo Este, pero trabaja en un taller metalmecánico cercano. En la pared que da a su butaca no hay carteles con fórmulas matemáticas o científicas. Hay palabras que hacen referencia a posiciones sexuales y a felaciones. Una de las dos pizarras del aula en la que el profesor se esfuerza por escribir está llena de grafitis y sobre su superficie están plasmadas las normas del curso. Tres de las bombillas del aula están quemadas. Casi al final de la jornada, en la clase de historia dominicana, una profesora trata de enseñarles un poco sobre el pasado de la patria a los jóvenes de tercero del bachillerato. -¿Cuál fue el corsario que más daño causó al país? pregunta la maestra. -Cristóbal Colón-, responden a coro. -No, no, responde la profesora horrorizada y trata de explicarles quién fue Francis Drake, el famoso pirata. El aula empieza a desordenarse y la jornada que debe terminar a la diez, está a punto de concluir, por decisión de los estudiantes, a las 9:00 de la noche. En este salón los mensajes sexuales son aun más explícitos. “Tomasina la caliente”, indica uno. Fuera del aula, un muchacho comenta, aburrido: “Dizque historia, una cosa pasada”. Luego, empiezan los comentarios sobre la época de Rafael Leónidas Trujillo. La maestra, en contra de la historia ortodoxa, explica que el tirano fue asesinado porque Estados Unidos estaba en contra de las nacionalizaciones que hacía. Luego, les recuerda a los jóvenes que deben estudiar para el examen sobre los bucaneros. Intenta calmar al curso, pero ya ellos han determinado que es hora de salir. Son las 9:10 de la noche. En teoría tendrían que esperar una hora. Pero, mal que bien, todos entienden que ellos están cansados y las calles son peligrosas para los maestros. Gracias a la Providencia, no hubo apagón porque a veces falta el combustible de la planta, confirma un maestro. La meta inconclusa del calendario escolar El horario escolar es muy corto. El problema es admitido oficialmente en el análisis de situación del plan decenal, pero también por cientistas sociales que han estudiado la educación nacional, como Tahíra Vargas. Los principales problemas son: la indisciplina dentro del sistema, que propicia la pérdida de horas y días de clases y la escasez de aulas. La escasez obliga a acortar la jornada para usar la misma aula en dos y tres tandas. La antropóloga agrega al análisis su apreciación de que en sentido general, en las aulas se utilizan métodos anticuados y las clases son muy aburridas, especialmente para los más pequeños. "Niños y niñas esperan siempre con ansiedad a que llegue el recreo, porque es el único momento interesante del día, cuando pueden compartir con sus amigos y amigas y sentirse un poco libres", enfatiza la antropóloga en un análisis sobre la situación de las aulas en la educación pública. |
domingo, 12 de octubre de 2008
Las escuelas públicas donde rechina el discurso del Presidente de la República
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