5 de junio de 2009

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Escrito por: GUIDO GÓMEZ MAZARA (ggomezmazara@hotmail.com)

Los perredeístas tenemos la obligación de hacer del proceso convencional un referente incuestionable donde la transparencia no deje espacios a reyertas. Creer que la lógica de actuación del PRD puede imponerse a la sociedad, es una locura. Nadie en su sano juicio puede asumir que las maniobras y truculencias seguirán imponiéndose en coyunturas caracterizadas por la necesidad de que los partidos políticos reconstruyan su credibilidad.

El 5 de julio tenemos la obligación de celebrar 70 años de historia y pasar un balance de los excesos, desviaciones y tragedias del proceso democrático. Nosotros, que estamos en la obligación de transitar el sendero de las rectificaciones no podemos renunciar al anhelado deseo de amplios núcleos ciudadanos que, al pretender recomponer las organizaciones, aceptemos no repetir los desbordamientos que nos sacaron de la ruta de transformaciones fundamentales porque los pleitos internos imposibilitaron el desarrollo de una agenda de país afín al histórico compromiso del PRD.

En el partido blanco debemos hacer un esfuerzo responsable con la auténtica intención de abrir los espacios de participación en sectores como mujeres y juventud que, no solo poseen importancia, por los números que representan sino porque la voluntad de un cambio exitoso descansa en esos sectores. Además, en el PRD no será posible estructurar un puente de entendimiento con fuerzas nuevas en el mercado electoral debido a la fatal tendencia de creernos que nuestra mayoría representa una licencia para desconocer valores esenciales de segmentos no vinculados estructuralmente a nuestra organización.

Creernos que se puede realizar actividades partidarias con la lógica de actuación de épocas superadas es un acto de poca inteligencia política. La repelencia que siguen manifestando algunas franjas respecto de la actividad partidaria es el resultado de las reglas que han imperado por años en organizaciones donde el talento, inteligencia y capacidad termina sustituido por conspiraciones arteras para impedir que los de mayor capacidad trasciendan.

En el PRD siguen existiendo sectores capaces de retorcer los deseos de permitir que un verdadero proceso democrático prevalezca. Dirigente(a) s de un público discurso “reformador” andan apostando al pacto con la inefable intención de obstruir triunfos asociados a la idea de cambio reclamado por la mayoría de la base, pero resultados que representan derrotas personales para figuras excepcionales, con vocación de administrar el futuro del partido.

Como los niveles de dirección están definidos, se pretende orquestar prácticas tendentes a concentrar todas las maniobras en la posición de Secretario General. Antes, habían visitados a oficinas oficiales, y ante el fracaso, fueron capaces de establecer acciones para convencer de la factibilidad de “encuestas” orientadas por la villanía de su promotora y ansiosas de transformar el deseo de los perredeístas. ¡Se le peló el billete! Afortunadamente, es con los votos que se decidirá la suerte de las próximas autoridades.

El compromiso convencional representa el punto inicial de una fase de cambios y la intención de retardar procedimientos de elección sólo genera una etapa de suspenso para adecuar el liderazgo partidario a la nueva realidad política. A los beneficiarios de la voluntad mayoritaria hay que reclamarle una agenda de auténticos procesos para que las nuevas generaciones vean al PRD como una organización partidaria en capacidad de interpretar los reclamos de una ciudadanía que cansada de falsedades e hipocresías oficiales desea un partido diferente y comprometido con no reproducir los errores del pasado.

Por eso, la convención ordinaria posee una simbología excepcional y no existe sector ni fuerza en capacidad de retardar el anhelado cambio que deseamos los perredeístas y reclama la sociedad.