POR JUAN TAVERAS HERNANDEZ
El Estado dominicano es una piñata que se destroza para que los depredadores tomen los pedazos que ruedan por el suelo. Parecen animales rodeando una presa para desmembrarla con ferocidad cruel.
Asistimos, como cada cuatro años, al espectáculo deprimente de ver al Estado descuartizado por militantes y dirigentes políticos que, como hienas, son capaces de matar para defender lo suyo.
Lo que vemos hoy en el Estado es degradante.
Los pasillos del Palacio Nacional se llenan de pordioseros políticos buscando un puesto bien remunerado, donde se “pique bien”, donde se pueda robar a manos llenas.
Nadie quiere un “carguito”, ni una secretaría o subsecretaría de Estado donde “no haya nada”. Nadie quiere un salario bajo.
Los “aliados” aseguran que aportaron el 22 por ciento de los votos obtenidos por el Presidente y tienen que ser retribuidos en la misma proporción en los cargos. Recuerdan que no fue por amor al arte, ni por patriotismo que apoyaron al PLD.
Y por ahí andan rumiando, maldiciendo, amenazando, esperando que “salgan los decretos”, que sea honrada la palabra empeñada en acuerdos de campaña. Ellos, los tránsfugas, los pordioseros de la política, los profesionales del engaño, los depredadores, esperan ansiosos los cargos que cada día se les alejan más, pues, como dice la canción, “no hay cama para tanta gente”.
Los propios miembros del poderoso Comité Político se disgustan. Hay cargos que no quieren. Secretarias de Estado que rechazan. Las apetencias no han sido saciadas.
Si hacemos un balance de la situación económica de los miembros del Comité Político del PLD antes de llegar al poder, y después, tras su paso por el gobierno, la mayoría no podrá justificar sus fortunas. La diferencia es del Cielo a la Tierra. Pero no sólo los de arriba: el Peme, la nominilla, los nombramientos a los presidentes de cada Comité Intermedio, etc., corrompen a sus bases en procura de que “no se quede nadie sin bailar”.
La corrupción lo arropa todo en estos momentos. Ante los ojos de todos. Muchos periodistas han sido corrompidos. Los ascensos y los cambios en las Fueras Armadas y la Policía parecen premios para el enriquecimiento rápido, no promociones para estimular el deber cumplido. Igualmente, un sector del clero ha sido beneficiado con las prebendas.
La Tarjeta Solidaridad, que tiene un sentido clientelista; es otra forma de humillar y envilecer al pueblo dominicano, de mantenerlo postrado, mendigando migajas del poder. Busca alimentar la pobreza y la miseria. Contribuye con esa pobreza material, la pobreza espiritual y la marginalidad, estimulados también con los juegos de azar, las drogas, etc. Lo que ocurre hoy día en nuestro país es verdaderamente repugnante.
Nadie sospechó siquiera que el segundo partido fundado por el profesor Juan Bosch, paradigma de honestidad política, hiciera del Estado un botín de guerra electoral.
Hizo bien el profesor Bosch en morirse en la mentira, porque de haber estado vivo en estos tiempos, viendo lo que está ocurriendo en el país, propiciado por sus muchachos, se hubiera muerto en la verdad, desgarrado y sucio.
En la política vale todo; en política lo que importa es el resultado; la política es el arte de lo posible; la política no tiene moral ni ética; el fin justifica los medios, la política es un medio de ascenso social y económico personal. Esos son los nuevos valores que promociona y vende la gente que está en el gobierno, los alumnos de Bosch.
Con esos patrones de conducta compraron legisladores, se asaltaron colegios electorales, fueron apresados dirigentes opositores durante las elecciones congresuales y municipales del 2006, y compraron las elecciones del 16 de mayo.
Con esa manera de hacer política el gobierno destruyó al Partido Reformista. Pero también se destruyó a sí mismo. Destruyó lo más preciado que tuvo alguna vez: principios y valores.
La llegada al gobierno del PLD ha significado un retroceso institucional y moral. Contratos grado a grado, falta de transparencia en el manejo de las finanzas, préstamos violatorios a las leyes y a la Constitución.
La piñata no ha terminado. Quedan trozos del pastel. No es gran cosa, pero algo es algo. Quedan secretarías de estado inorgánicas, subsecretarias para oportunistas, dos o tres direcciones generales, consulados y embajadas. Pero hay que darse prisa, porque se está acabando lo que se da.
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