POR JUAN TAVERAS HERNÁNDEZ
Eligio Jáquez ama entrañablemente al PRD y jamás haría algo que perjudique su unidad. La ecuanimidad y la sensatez son sus principales virtudes en la política. No aspira, como muchos, a todos los cargos disponibles coyunturalmente. Ese Eligio que conocemos ha escrito sus reflexiones, y deseo compartir con ustedes lo esencial de las mismas: “Las olimpíadas de Beijing nos recuerdan cómo influyen los años en los reflejos humanos. Cómo a medida que el tiempo avanza, el ser humano abandona el músculo de más en más para refugiarse en su cerebro....” “... En el PRD cumplimos recientemente 69 años de fundado y 47 años de haber llegado como partido político a la República Dominicana...”.
“La evaluación del desempeño de esta historia partidaria, la más de las veces no lleva la serenidad que reclama la justicia...”.
“El doctor José Francisco Peña Gómez nos dejó sus luces, su visión, su honradez, su cultura, su creatividad, su desprendimiento... De Antonio Guzmán Fernández nos queda su honor, su hidalguía, su valor, su sobriedad, su frugalidad, su respeto...”. De Salvador Jorge Blanco recordamos sus desvelos por los derechos ciudadanos, su afán por hacer prevalecer la tecnocracia...”. De Jacobo Majluta, su pericia para revolucionar la administración pública en plazo breve, su ángel para expandir confianza y simplificar las arduas tareas del Estado. De Hipólito Mejía recordamos su impronta, su espontaneidad, su delegación de confianza, su sentimiento democrático. Su apoyo a la sistematización de la investigación...”.
Si los perredeístas nos animamos a impulsar la vocación de Estado de nuestro glorioso partido, les tengo algunas modestas reflexiones para sus detenidas ponderaciones: Seamos menos líderes y más compañeros. Cuando tomemos la determinación de apoyar a alguien para que sea presidente o secretario o candidato del PRD, hagámoslo de corazón, por amor al apoyado, no por odio a quien no apoyamos. Expongamos nuestro punto de vista sobre cualquier tema en discusión, pero cuando se tome una resolución, aunque sea diferente al parecer nuestro, asumámosla con la misma pasión que la que propusimos. No hay punto de comparación entre nosotros y nuestros adversarios. Ellos son la negación de nuestros valores. No son honestos; ni patriotas; ni modestos; no tienen vocación de servicio; no son buenos amigos; no son demócratas cabales; no respetan las aspiraciones del pueblo; no practican la solidaridad; no tratan igual a todos los seres humanos; no hablan la verdad; compran conciencia; persiguen selectivamente a los políticos opuestos; no creen en la agropecuaria; no creen en la existencia de un ser superior hacedor de todo.
Aún a conciencia de ser mejores para nuestra nación, no debemos renunciar a la posibilidad de superarnos a nosotros mismos, confiando en nuestros valores, defendiéndolos, apuntalándolos, perfeccionándolos y haciendo más visible la raya que nos separa de nuestros adversarios. Ellos nos ganaron en el 2004, 2006 y 2008, pero eso no los hace invencibles. Nosotros también vencimos en 1998, 2000 y 2002, y fuimos vencidos. Así lo serán ellos. Tiene que ser así. De nuestro lado está el sacrificio, el amor a la democracia, la vocación de servicio, el probado patriotismo, la esperanza de los más pobres, de la mayoría de la clase profesional, de los agricultores, de los campesinos, de los dominicanos residentes en el exterior, de los chiriperos, de los chóferes, de los pequeños y medianos empresarios. Hay una franja de la sociedad que siempre ha sido contraria nuestra y no debe ser objeto de preocupación en los planes del PRD. La acción nuestra deberá estar orientada a consolidar la confianza con los que siempre nos han sido leales; sobre todo, confiar más en nosotros mismos, valorar más nuestras fuerzas, acercarnos mas a nuestros compañeros, no amplificar las discrepancias internas. Tratar siempre a otro perredeísta como el mejor amigo, tanto en el gobierno como en la oposición. Que nunca un perredeísta escuche de otro perredeísta expresiones de desaliento, de menosprecio, de exclusión o de acusación; ya sabemos que eso es tarea de adversario. No tenemos que parecernos a nadie que no sea a otro perredeísta.
Reforcemos nuestra marca, mantengamos bien encendido nuestro jacho, levantemos bien alto el orgullo de ser perredeísta que es lo más parecido a ser un buen dominicano.”
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