POR JUAN TAVERAS HERNANDEZ
Desde hace más de un año el Presidente de la República está huyéndole al debate público con el candidato del Partido Revolucionario Dominicano, Miguel Vargas. Razones tiene demás. Yo también lo rechazaría.
Cuando el candidato del PRD llamó a Fernández a discutir los problemas nacionales lo consideré un error, porque si en algo es bueno el mandatario es hablando. El candidato del PRD no está acostumbrado a las discusiones políticas en los pasillos de los liceos, de la universidad, los sindicatos, clubes o partidos de izquierda, pensé.
Pero Miguel Vargas torpemente –desde mi punto de vista- insistía en enfrentarse en radio y televisión con el ex profesor de sociología de la comunicación de la UASD.
Leonel Fernández es un político profesional; Miguel Vargas, pese a su militancia en el PRD de más de 30 años, es un empresario exitoso con fama de ser buen gerente.
Cuando el presidente Fernández dijo que no hay razones para el debate porque sus contrincantes no tienen capacidad, entendí su negativa.
“Para que haya un debate mis contrincantes tendrían que saber conceptualizar y si usted observa hay un déficit de conceptualizació0n, y entonces, frente a eso, ir a un debate carecería de sentido; es una ridiculez…”
Significa que los señores Miguel Vargas, Guillermo Moreno, Pedro de Jesús Candelier, Amable Aristy Castro y Pedro Trajano Santana, son unos descerebrados, idiotas. ¿Cómo es que un hombre tan decente, tan educado, tan “conceptuoso”, a pocos días de las elecciones insulte de esa manera a sus adversarios? ¿Por qué intentar descalificar a sus contrincantes si todas las encuestas y todas las bocinas, que son más de mil, dicen todos los días que ganará en la le primera vuelta? ¿Será que ésa no es la verdad?
De todos modos, les decía que ahora entiendo por qué el presidente no quiere debate con Miguel Vargas, ni con los demás candidatos opositores.
Durante un debate, bien organizado como en Estados Unidos y otros países, Miguel Vargas tendrá que explicar su fortuna, el pago de impuestos, entre otros muchos temas. De igual manera, tendrá que exponer su plan de gobierno; lo que piensa hacer en caso de ganar para combatir el desempleo, la pobreza, la delincuencia, etc., lo cual serviría de paso para probar si es o no un hombre conceptuoso.
Pero del mismo modo él tendría que explicarle al país la procedencia de sus bienes, el pago de sus impuestos, el caso de la Fundación Global, los escándalos de corrupción, el préstamo de 130 millones de dólares a la Sun Land sin pasar por el Congreso Nacional. Tendría que explicar las tres reformas fiscales y en qué ha invertido los casi 400 mil millones de pesos que le ha sacado de los bolsillos a este pueblo. El presidente Fernández tendría que hablar de sus promesas incumplidas, como la de bajar el gasto público, reducir el costo de la vida, bajar el empleo…. No podrá culpar al gobierno de Hipólito de los males del país a 4 años de su salida del poder.
Al verse frente a las cámaras, sin el telepronther que le permite leer los conceptos que le escriben otros, estará perdido cuando le pidan que hable sobre la “nominilla”, a través de la cual cientos de miles de militantes de su partido cobran en la administración pública sin trabajar, mientras millares de dominicanos mueren en los hospitales por falta de atención, cientos de miles de niños no van a la escuela. Tendría que hablar de Solano, el señor deportado hacia Estados Unidos por tráfico de drogas que según una sentencia de la Suprema Corte de Justicia tenía obras asignadas grado a grado por más de cinco mil millones de dólares. En medio del debate, probablemente se vea obligado a justificar los salarios millonarios y los demás privilegios de sus funcionarios. Explicar cómo, en un país donde el salario mínimo no alcanza los 4 mil pesos mensuales, algunos funcionarios ganen hasta dos millones de pesos. Esos temas resultan muy difíciles, muy espinosos para cualquier presidente que busca reelegirse.
Por muy conceptuoso que se considere Fernández, no podrá explicarle al pueblo el fracaso de su política económica, que se refleja en el alto costo de la vida, el incremento del desempleo, el aumento de la violencia y la delincuencia, la quiebra de las zonas francas…, todo lo cual va acompañado de falta de transparencia en el manejo de los fondos públicos, corrupción, injusticia y privilegios para sus lacayos. Esas, y no otras, son las razones por las cuales el presidente no quiere debatir con Miguel Vargas a escasos días de las elecciones.
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