POR JUAN TAVERAS HERNANDEZ
Perdóneme usted, señor Presidente, pero no le creo.
No es que quiera ser obcecado, pero dudo mucho que usted cumpla con sus palabras del pasado jueves, porque otras veces ha prometido lo mismo, y no ha cumplido. Por lo tanto, tengo derecho a las dudas.
Las medidas anunciadas para enfrentar la crisis del petróleo y de los alimentos deben ser más profundas y responsables, pues de lo contrario, el gobierno se verá en dificultades.
El aumento de salarios no compensa. Los estudios indican que la canasta familiar supera los 20 mil pesos para una familia de cinco miembros. El salario de tres mil pesos no existe hace años. Quiere decir que el aumento de 3 a 5 mil pesos es un invento. La reducción de los altos salarios en el sector público es una burla. Debió usted, creo yo, establecer un tope de 250 0 300 mil pesos. Recuerde que en su gobierno hay funcionarios que ganan más de un millón 500 mil pesos. Lamento, eso si, que usted se olvidara de los médicos y los maestros al hablar de aumento salarial. Lamento que no eliminara el barril de Congreso, ni los demás privilegios del Congreso del Progreso.
Reducir la publicidad y el gasto público son promesas repetidas que nunca se cumplen.
Los vehículos último modelo fueron adquiridos por sus ministros no hace mucho. Salga a ver Presidente, los Toyota Land Cruiser, Prado y Lexus, entre otros, del 2008. Busque los nombramientos de los presidentes de los intermedios del PLD en todo el país, de los que estaban en las nominillas, y verá que congelar la nómina hasta el 2007 es tomarle el pelo al país. Busque la nómina del servicio diplomático y se encontrará con cifras escalofriantes para un país pequeño y pobre. La publicidad pudo reducirse en más de un 50%. Voy más lejos, Presidente, el Centro Gubernamental de Información y Prensa pudo cerrarlo por uno o dos años. La publicidad de la mayoría de las instituciones del Estado debe cesar hasta que se apruebe una ley sobre el particular. No se preocupe, Presidente, sus bocinas ya acumularon para vivir extraordinariamente bien por el resto de sus vidas.
El periódico Clave de esta semana en su primera plana dice: “Gobierno recauda mucho, pero gasta el dinero a chorros”. Esa ha sido una constante.
Las medidas anunciadas, muchas de ellas demagógicas o politiqueras, no sólo son insuficientes, sino tardías. Muchos gobiernos latinoamericanos, previendo la crisis, se prepararon ahorrando y aprobando leyes puntuales para lo que estaba a la vista de todos. Pero usted, Presidente, estaba muy ocupado en la campaña electoral. Mientras nuestros vecinos se preparaban para enfrentar la crisis, usted estaba afanado comprando la reelección, para lo cual fue necesario un enorme gasto. El dinero gastado en la campaña fue excesivo.
Presidente, usted ha anunciado tres planes de austeridad, el primero al tomar posesión el 16 de agosto del 2004, otro en diciembre del 2006, y ahora vuelve a la carga con otro plan. En ningún caso ha cumplido usted con sus palabras. Ahora me temo que ocurrirá lo mismo. Durante el primer trimestre de este año el gasto corriente, sin incluir los compromisos de la deuda pública, aumentó en más de 12 mil millones de pesos, para un incremento superior al 37%. El aumento del gasto con relación al 2004 ha sido de un astronómico 135%. Y eso, Presidente, que usted prometió en su discurso de toma de posesión que bajaría el gasto en un 20% y que no haría nombramientos fuera de la ley. Cuente usted los secretarios y subsecretarios de Estado de todas las instituciones públicas.
Presidente, durante la campaña electoral usted hizo muchos compromisos con traidores y tránsfugas que de seguro le pasaran la cuenta. ¿Dónde usted piensa nombrar a toda esa gente? ¿Cómo piensa pagarle?
Como usted puede ver, tengo razones para no creerle. Usted me perdona, pero aún me parece escucharlo, hace cuatro años, cuando dijo: “Hay muchos cargos públicos en exceso, creados mediante la tradicional práctica corrosiva de clientelismo o bien producto de las duplicidades de funciones dentro de nuestro aparato burocrático estatal. Esos serán suprimidos”. ¿Recuerda cuando dijo que “en el gobierno que hoy se inicia, ninguna institución gubernamental u organismo independiente está autorizado a realizar compras o transacciones que vayan más allá de lo estrictamente indispensable”? Espero no lo haya olvidado, porque ocurrió todo lo contrario. Excúseme de nuevo, Presidente, pero no le creo. Aunque dicen que a la tercera es la vencida. Ya veremos, dijo un ciego.
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