domingo, 20 de abril de 2008

El concetualizador

20 de abril de 2008

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POR JUAN TAVERAS HERNANDEZ
Desde su arribo al poder en 1996 Leonel Fernández se ha vendido como un estudioso de las ciencias sociales, un intelectual comparado sólo con los grandes líderes de mediados del siglo pasado, principalmente de Juan Bosch y Joaquín Balaguer.

Al rechazar el debate con Miguel Vargas para discutir temas propios de la campaña dice que no tiene sentido por la falta de capacidad para conceptualizar de su oponente, resultado de una crisis del pensamiento existente en el país, pero de la cual está, como es de suponer, exento.

Tal vez resulte innecesario preguntar, ¿qué es un intelectual?

La definición o descripción que ofrece Gramsci, aquel comunista italiano que dedicó tanto tiempo al estudio de los intelectuales, de la cultura y de la educación, ha sido del todo aceptada por los intelectuales y estudiosos de la ciencias sociales.

En la antigüedad consideraban a los filósofos como intelectuales. Ellos eran los que trataban de darle explicación al mundo, a la naturaleza, al hombre y su entorno. Posteriormente se amplió el concepto. Se aceptaba como intelectual al poeta, al novelista, ensayista, investigador social.... El vocablo aparece en el siglo XVl, pero se utiliza más frecuentemente a partir del siglo XVlll. La pregunta ha flotado siempre: ¿Qué son los intelectuales? ¿Seres de otro mundo que por sus conocimientos están por encima de los demás seres? ¿Una casta que merece privilegios? ¿Están los intelectuales al margen de las ideologías, de la política y de los intereses económicos? El abanico ha sido ampliado en la medida en que se han diversificado las áreas del conocimiento. Sin embargo, la discusión continúa. ¿Es Leonel Fernández un intelectual, como él quiere ser reconocido?

Decir que si, no responde la pregunta. Decir que no, tampoco.

Una cosa si es clara, Fernández es un hombre de extracción social humilde, clase media baja o proletaria, que formado en un barrio de Santo Domingo cuya familia emigra a Estados Unidos por razones económicas, gracias a lo cual puede estudiar y hacer carrera. Se integra a la política donde hace carrera hasta convertirse, gracias al azar, que según Marx es una categoría histórica, en presidente de la República. De esa forma pasa de una pequeña burguesía baja o muy baja como diría Bosch, a pequeño burgués con aspiraciones burguesas.

Si es un intelectual, es un intelectual inorgánico, lo cual debe ser puesto en duda. Poder conceptualizar no es lo mismo que sistematizar las ideas o pensamientos, lo que requiere de una rigurosidad que solo lo da la ciencia.

¿Qué ha producido el doctor Fernández para ser considerado un intelectual? Hasta donde sé, nada.

Ahora que Fernández ha descubierto una crisis del pensamiento –descrita hace muchos años por los intelectuales latinoamericanos- valdría la pena preguntar, ¿cuáles son sus aportes? ¿Cómo es que un intelectual prefiera “pagar antes que matar” en vez de educar? ¿Cómo es que un intelectual en el poder le asigne a la Secretaría de Educación un presupuesto inferior al que recomiendan los organismos internacionales? ¿Cuál es el pensamiento político de Fernández? ¿Dónde están sus investigaciones de la realidad socioeconómica como los que nos dejó Juan Bosch, un gran intelectual? ¿Qué proyecto de país tiene diseñado Fernández que en ocho años de poder no lo ha puesto en práctica?

Un intelectual debe tener una visión, un programa o plan que le permita actuar desde el gobierno, lo cual no aparece en las ideas, ni en los conceptos de Fernández Al contrario, el país parece ir sin rumbo. Un día nos dice que hará del país un Nueva York chiquito; luego un Miami grande; más adelante un Chile del Caribe, una Inglaterra en la Hispaniola con todo y tercera vía. Así las cosas, si alguien parece tener una crisis de pensamiento en su cabeza es el presidente Fernández, no el país.

Lo que piensa el presidente nadie lo sabe, ni siquiera él mismo.

Sus discursos de toma de posesión, el 16 de agosto de 1996 y el 16 de agosto del 2004, prueban la falta de consistencia intelectual, además de un divorcio entre palabras y hechos.

Como escribiera el profesor de educación experimental de la universidad de Florencia, Atilio Monasta, en un trabajo sobre Antonio Gramsci (1891-1937), para la revista “Perspectivas” de la UNESCO, “los intelectuales del tipo tradicional parecen ser expertos y especialistas en todas las materias, excepto en ellos mismos. Eso es bastante significativo y puede explicarse por la arrogancia (y la ilusión) de creerse el sujeto” y no el “objeto” del conocimiento”.

Y es que el conocimiento tiene una labor transformadora, crítica, revolucionaria, de lo contrario no tiene sentido, no sirve de nada.

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