POR JUAN TAVERAS HERNÁNDEZ
El ex presidente Hipólito Mejía, durante su participación en el almuerzo de los medios de comunicación del Grupo Corripio, propuso elaborar un Plan de Nación con la participación de los distintos sectores políticos, económicos y sociales.
La idea es discutir los principales problemas nacionales: educación, salud, electricidad, alimentación, vivienda, etc., hacer un diagnóstico de los mismos y plantear soluciones a corto, mediano y largo plazo, con el compromiso de todos los partidos de cumplir con el plan no importa quien sea el presidente de la República.
Juan Bosch, en “El Estado”, dice: “Hay palabras que tienen significados parecidos, pero no iguales; tal es el caso de las palabras país, nación, patria y Estado. Nación se relacionaron el nacimiento, la raza, el origen… étnico (racial); en la lengua española nación es el conjunto de habitantes de un país que están bajo la autoridad de un gobierno propio, o los que tienen tradiciones e idiomas comunes; y también se llama nación el territorio de un país. En cuanto a país, explica Bosch, es el territorio de una nación, pero a menudo se le llama país al territorio de una región o una provincia”.
Más adelante, señala: Ni nación ni país quieren decir Estado. Tanto la nación como el país existen de manera natural, pero el Estado no; el Estado es una organización política creada por una clase social con el fin de someter a su dominio a una parte de la sociedad…” Y más adelante subraya: “Una patria, en cambio, no es una organización clasista sino una realidad formada en la esfera del sentimiento a base de sumar las esencias más finas del territorio y del pueblo, así como de su historia, sus tradiciones, su lengua, su música, sus danzas, sus paisajes, en fin, es la suma de todo lo que forma y expresa la realidad territorial y humana, social e histórica…”
El ex presidente e intelectual ecuatoriano Rodrigo Borja, en su enciclopedia política nos dice que “nación es, según la definición más clásica, una comunidad humana de la misma procedencia étnica, dotada de unidad cultural, religiosa, idiomática y de costumbres, poseedora de un acervo histórico común y de común destino nacional”.
Establecido el concepto nación, podemos hablar de un plan para desarrollarla.
Un plan de nación tiene que preservar el territorio, cuidando sus recursos renovables y no renovables. Por lo tanto, el plan de nación debe tener como prioridad el territorio.
La otra parte importantísima del plan de nación es la gente. No es posible el desarrollo de una nación sin prestar atención especial a la gente.
Hace unos días, el ex presidente Hipólito Mejía lamentaba con profundo pesar no haber invertido la mayor parte de los recursos económicos de la nación en educación.
Alguien le aseguró que su gobierno llegó a invertir el 3% del Producto Bruto interno que aún hoy constituye el más alto invertido en educación en los últimos 50 años. Si, dijo él, pero no es suficiente. Ni siquiera el 4% que sugieren los organismos internacionales es adecuado para países como el nuestro, argumentó.
“En este país el primer punto de un gobierno debe ser educación, el segundo punto debe ser también educación. Y el tercero, no le quepa duda a ninguno de ustedes, debe ser la educación; luego alimentación, salud, etc. Pero todo relacionado con el ser humano y su crecimiento integral”, dijo como lamentándose.
Es eso se trata, de la gente, del bienestar de la gente; bienestar no solo material, sino cultural. Como dicen los chinos, “no me des un pescado, enséñame a pescar”.
El Plan de Nación del que habló Hipólito Mejía durante el almuerzo con el Grupo Corripio tiene que ir en dos direcciones: protección y desarrollo de la gente, y protección y conservación del territorio.
El ex presidente Mejía bien puede tomar la iniciativa del Plan de Nación para que no sea un simple enunciado.
Su partido, el Revolucionario Dominicano, tiene los técnicos que pueden trabajar en ese sentido, para hacerle al país una propuesta concreta y formal, y luego someterla al debate de los diferentes sectores nacionales.
Porque este país no puede seguir repitiéndose, como un círculo vicioso, cada cuatro años. Ahora bien, si yo fuera el presidente Leonel Fernández, le tomaría la palabra, pero de verdad, al ingeniero Hipólito Mejía.
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